una utopia realizable
UNA
UTOPÍA REALIZABLE
Lola
Benítez Molina
Málaga
(España)
Eres
de los que con su obra engrandece al Universo. Tu “fuego fatuo”
aviva la llama de nuestra existencia y la ennoblece. Escuchar las
notas de tus melodías acerca al paraíso soñado y pone las
estrellas en nuestras manos para goce de los sentidos. El corazón
palpita gozoso ante lo inconmensurable. Contigo visito el Edén y
quedo extasiada como ya quedaron otros coetáneos tuyos, pero
traspasaste la temporalidad, como no podía ser de otra forma, para
vanagloria de nuestros antepasados y descendientes.
Cádiz,
ciudad colonial, conexión marina de Oriente y Occidente, te vio
nacer y te catapultó a la fama, dulce gozo para unos y quimera o
desvarío para otros. Lo que sí es cierto es que tú nos abriste las
puertas a un mundo maravilloso, que inunda nuestro ser hasta elevarlo
a lo más sublime. Tu mano egregia aprendió, en edad temprana, la
vocación que te llevó a los más recónditos confines del orbe, en
un primer momento, con los acordes de la excelente pianista Eloísa
Galluzzo. Fruto de ese espíritu inquieto y sensible supiste valorar
el poder de las letras y, así tuviste tus primeros escarceos
literarios con la creación de tus propias revistas manuscritas entre
los años 1889 y 1891: “El Burlón” y “El cascabel”, pero
será en tu adolescencia, concretamente, en 1893, cuando te veas
impulsado a dejarlo todo, como tú mismo dirás, para dedicarte
exclusivamente al mundo de la composición, y tu inspiración te
elevará a las más altas cumbres donde las utopías son realizables.
Y así, compusiste tus primeras obras: “Melodía” y “Romanza”,
ambas para violonchelo y piano.
Durante
su estancia en Madrid, en 1901, conoce a Felipe Pedrell quien ejerció
gran influencia sobre su persona, pues despierta su interés por el
flamenco y por el “cante jondo”. Con la ópera “La vida breve”
(1904) consigue el primer premio de un concurso convocado por la Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando.
En
1907, se marcha a París, y allí conoce a Claude Debussy, Maurice
Ravel, Paul Dukas, Isaac Albéniz, Alexis Roland-Manuel, Ricardo
Viñes y Pablo Picasso. En esta época, compone sus obras más
célebres: “El amor brujo” y el ballet “El sombrero de tres
picos”. Su ser se empapa de las influencias de todos ellos y le
inspiran para componer “Noches en los jardines de España”, en la
que se deja ver el impresionismo contemporáneo, y en la que incluye
los ritmos flamencos.
En
1914, tras el comienzo de la primera Guerra Mundial, regresa a
Madrid, y es en 1915 cuando se estrena la primera versión de “El
amor brujo” en el Teatro Lara. Ese mismo año, en el número de
abril de la “Revista Musical Hispano-Americana”, se publicó su
texto “Enrique Granados, Evocación de su obra”, y el 5 de junio
el periódico “La Tribuna” recoge “El gran músico de nuestro
tiempo: Igor Stravinsky”, al que Falla conoció personalmente.
En
1919, realiza su primer viaje a Granada, ciudad que lo enamora, como
no podía ser de otra forma, y entra en contacto con Federico García
Lorca. El auditorio de dicha ciudad, ubicado en las proximidades de
los jardines de la Alhambra, lleva su nombre. En él se halla el
Archivo Manuel de Falla y tiene una exposición permanente digna de
visitar, puesto que alberga enseres propios del gran compositor, así
como cartas y fotografías a lo largo de su vida. Este es uno de esos
lugares a los que me gusta asistir, ya que en él puedo vislumbrar su
esencia y constituye un pequeño oasis en este mundo.
En
1939, un poco después de terminada la Guerra Civil Española y ya
comenzada la Segunda Guerra Mundial, se exilió en Argentina, donde
moriría en 1946, aunque sus restos fueron trasladados,
posteriormente, desde Buenos Aires hasta Cádiz, su tierra natal, y
reposan en la cripta de la catedral de Santa Cruz.
Manuel
de Falla, vio sus sueños más que cumplidos.
Paulo
Coelho escribiría esta frase tan acertada: “Nunca desistas de un
sueño. Sólo trata de ver las señales que te lleven a él”.